Introducción
¿Por qué las personas mayores son más vulnerables a la deshidratación?
Con el paso de los años, la sensación de sed disminuye, lo que hace que muchas
personas mayores no sientan la necesidad de beber, aunque su cuerpo lo necesite.
Además, algunos medicamentos habituales para enfermedades crónicas, como los
diuréticos o los antihipertensivos, pueden favorecer la pérdida de líquidos. También hay
que tener en cuenta que algunas patologías propias de la edad, como la demencia o los
problemas de movilidad, dificultan el acceso y el recuerdo de beber con regularidad.
Síntomas de deshidratación
Sequedad de boca y labios
Mareos o confusión
Orina de color oscuro o en poca cantidad
Cansancio sin causa aparente
Dolor de cabeza
Cómo actuar?
Ante cualquiera de estas señales, es importante actuar rápidamente para evitar
complicaciones como un golpe de calor o alteraciones renales.
Recomendaciones para una correcta hidratación
Para prevenir la deshidratación, se recomienda:
Beber agua aunque no se tenga sed, entre 1,5 y 2 litros al día, adaptándose a las
necesidades de cada persona.
Complementar con infusiones frías, caldos suaves o zumos naturales sin azúcar
añadido.
Incluir alimentos ricos en agua como frutas (sandía, melón, melocotones) y
verduras (pepino, tomate, lechuga).
Evitar bebidas alcohólicas y con cafeína en exceso, ya que pueden favorecer la
deshidratación.
Tener siempre a mano una botella de agua, especialmente durante desplazamientos o actividades al aire libre.
En resumen
Una buena hidratación es esencial para el bienestar físico y mental de las personas
mayores, sobre todo durante los meses más calurosos. Familiares, cuidadores y
profesionales de la salud deben velar para que las personas mayores mantengan unos
buenos hábitos de hidratación y estén atentos a los posibles síntomas de deshidratación.
Un gesto tan sencillo como ofrecer un vaso de agua puede marcar la diferencia en su
salud y calidad de vida.
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